1.- CONTEMPLEMOS LA IMAGEN:
Se han hecho muchas representaciones de la Trinidad. Podemos traer a la memoria algunas de ellas...
pero aquí nos vamos a detener en esta imagen y a seguir, delante de ella, el modelo de contemplación ignaciana: meternos dentro “como si presente me hallara”.
El Misterio de la Trinidad nos envuelve (como lo hacen el aire y la luz y no lo percibimos nada más que cuando nos falta), así creemos que “en El vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17,28), aunque no siempre seamos conscientes de ello.
Es Misterio no conceptual, sino experimental. Huyamos de ideas y conceptos y tratemos de entrar en este Misterio de Comunión, que es Amor y Vida.
Pidamos, como nos dice S. Ignacio, “conocimiento interno” de Dios-Trinidad para “mejor amarle y servirle”. El icono no es para racionalizar, sino para dejarnos impregnar por su luz, para que hable él, no nosotros.
1.1 ¿QUE VEMOS EN ESTE MISTERIO?
Al PADRE: ¿Quién es el Padre?
Antes de nada, recordemos las palabras de Jesús: “Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar”
¡Pedir al Hijo que nos lo revele!. Nosotros no podemos conocerle, sino es por revelación del Hijo.
Es el “Padre de la misericordia”. Así le llama S. Pablo y así aparece repetidas veces sobre todo en el Evangelio. Así se nos muestra en el icono, a la derecha de la imagen. ¿No nos evoca la figura del Padre de hijo pródigo?
Es el Padre-Amor, “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo...” y “El Padre mismo os quiere”- nos dice Jesús.
Es el Padre-Providente: “Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, El os lo dará...” “El Padre sabe lo que necesitáis...” “El Padre trabaja siempre”
Es el Abba (papaíto) como lo llama Jesús.(Cf. Lc. 22, 41)
Partamos ahora de nuestra experiencia:
Contemplemos al Padre en este Icono, qué gestos hace? Cómo acoge?... Me identifico y siento cómo me acoge, ¿qué me dice?
Reflexiono:
¿Quién es el Padre para mí? ¿Cómo lo experimento? ¿Qué Nombre doy a mi Padre?
¿He experimentado a Dios como Padre? Cuándo?. Revivo la experiencia.
EL HIJO: ¿Quién es el Hijo?
Es el Hijo AMADO del Padre. Así es presentado por el Padre: “Tú eres mi Hijo AMADO, en Ti me complazco”. “El Padre AMA al Hijo y todo lo ha puesto en sus manos...”.
Es el ENTREGADO: Enviado, el Misionero del Padre: “Tanto amó Dios al mundo que ENTREGÓ a su Hijo Único para salvarlo”. “El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo ENTREGÓ a la muerte por nosotros”.
Repetidas veces se llama Jesús así...y define su Misión como la encomendada por el Padre. Todo el Evangelio está impregnado de esta convicción: “Yo he bajado del Cielo para hacer la Voluntad de mi Padre”
Es El SERVIDOR, el OBEDIENTE: Es consecuencia de lo anterior: “No he venido a ser servido sino a SERVIR”.
Contemplemos así a Jesús en este Icono. Está de rodillas, SIRVIENDO (Cf Jn 13, 1-17); está besando los pies del hombre... El beso es el signo de amor. ¿No nos evoca la escena del lavatorio de los pies?
Podríamos detenernos en nuestra experiencia de Cristo:
¿Quien es Cristo para mí?
¿Me dejo servir por Cristo? ¿No tendrá que reprocharme como a Pedro?(Cf. Jn. 13,8) (Quizá el único pecado es no dejarse salvar por El)
EL ESPIRITU SANTO: Quién es el Espíritu Santo?
“El que procede del Padre y del Hijo”, decimos en el Credo. Es decir, el que crea la COMUNIÓN del Padre y el Hijo. Y el que nos hace entrar en COMUNIÓN con las Divinas Personas, entre nosotros y con el Cosmos. El es el que nos envía a la Misión. El que nos hace hijos en el Hijo. El que nos introduce en la COMUNIÓN cósmica, es decir, con toda la Creación.
La espiritualidad de comunión es vivir esta relación cósmica. Todos estamos relacionados. El Espíritu es quien nos hace personas espirituales y genera en nosotros vida espiritual.
“Lo que existía desde el principio, lo que hemos visto y oído, lo que contemplaron nuestro ojos (...) os lo anunciamos para que estéis en COMUNIÓN con nosotros y esta COMUNIÓN es con el Padre y con su Hijo Jesucristo” (Cf. 1ª Jn.)
¿Quién realiza esta COMUNIÓN?: EL ESPÍRITU SANTO
Contemplemos al Espíritu en este icono, está en medio, cae directamente al centro de la escena, a la persona... y detengámonos en nuestra experiencia del Espíritu.
Al Espíritu Santo se le han dado muchos nombre: Abogado, Consolador, Paráclito,... (Cf. Secuencia de Pentecostés)
Reflexionemos
¿Quién es para mí el Espíritu Santo?
¿Qué Nombre le daría yo por la experiencia que tengo del Él?
¿Qué experiencia de espiritualidad tengo?
1.2 ¿QUE HACEN ESTAS TRES PERSONAS?
En el Icono vemos a la Trinidad-Amor que se vuelca en el hombre: El Padre le sostiene, el Hijo le besa - formando una línea inclinada- y el Espíritu se derrama sobre él. La Trinidad se mete hasta lo hondo, se SOLIDARIZA con el hombre, se COMPROMETE.
¡Esta es la verdadera solidaridad, la verdadera COMUNIÓN: Misterio de la Encarnación, que nunca acabaremos de comprenderlo!...
Tres son los Misterios centrales de nuestra fe: la Trinidad, La Encarnación y la Eucaristía. Y aquí los podemos encontrar representados....
La Trinidad es el Misterio de los Misterios: Está “inclinada” hacia el hombre... Dios “PIERDE” PODER para “GANAR” COMUNIÓN. Es el juego del gana-pierde del Evangelio.
Contemplemos la “mirada” de Dios-Trinidad al mundo(según la intuición de S. Ignacio): Es mirada SALVADORA, se implica. “El Señor no se olvida del grito de los pobres” Nos ve “como ovejas sin pastor... “ y el HIJO SE HACE HOMBRE!.
La Trinidad es Familia. Están unidas en el AMOR. Pero no es un amor que se quede en ellos, sino que se hace solidario: Es el Misterio de la Encarnación.
Repasamos la Palabra de Dios como: “Se hizo uno de tantos...” “Tomó la condición de siervo...” “Se hizo carne” “Cargó con nuestros pecados” “ No se avergüenza de llamarnos hermanos...”. “He aquí que vengo, Padre, a cumplir tu Voluntad”. “Se hizo pecado”.
Es con este hombre, esencialmente llamado a la relación con otros hombres, con el Cosmos, con Dios... pero también capaz de decir ¡No! y de generar injusticias y opresión entre sus semejantes. Está, por tanto, caído en su dignidad. Es con este hombre con quien Dios Trinidad se compromete estableciendo una relación de liberación.
¡ Reflexionemos sobre nuestro proceso de encarnación...!
Contemplemos el “Icono” Y después echemos la mirada al interior.
Pecado es vivir como si el “otro” no existiera:
¿Cómo veo yo al mundo? ¿Y al hombre?
¿Cómo me comprometo yo con el hombre concreto de hoy, con el mundo al que estoy llamado a liberar?
Y todo esto se supedita a la aceptación de una Mujer: MARIA Inmaculada. María entra ya en el Misterio desde la “raíz”, por su FIAT.
MIRADA AL SER HUMANO ¿Quién es?
Son los millones de seres humanos en la miseria... Los injustamente tratados por la vida: personas degradadas, ultrajadas,...
Y las personas “heridas” de mi familia, cercanas a mí... que están maltratadas por la vida y no han curado las heridas: las más sensibles, débiles, distintas, jóvenes o mayores, los enfermos física o psíquicamente. Pongamos rostro a ese hombre caído. ¡Es mi hermano!.
Es Cristo en cualquiera de mis hermanos que me dice: “Lo que hagáis con uno de estos, a mí me lo hacéis”
Es María: la primera redimida.
Y soy yo: con mi historia, mis heridas, mi realidad.
¡Este es el Misterio!. La Trinidad nos envuelve y nos mete en su vida, para compartir su misma Vida y Amor.
Detengámonos y dejémonos penetrar del Misterio donde estoy metido/a. Situarme dentro: soy el centro de las miradas y atenciones de Dios. El Padre me acoge, me sostiene...el Hijo me besa...el E.S. me comunica Fuerza, Vida.
Esta es la visión antropológica. Afirmar la grandeza de la criatura humana no significa ignorar su fragilidad.
2. Resonancias en nuestra vida
Se han hecho muchas representaciones de la Trinidad. Podemos traer a la memoria algunas de ellas...
pero aquí nos vamos a detener en esta imagen y a seguir, delante de ella, el modelo de contemplación ignaciana: meternos dentro “como si presente me hallara”.
El Misterio de la Trinidad nos envuelve (como lo hacen el aire y la luz y no lo percibimos nada más que cuando nos falta), así creemos que “en El vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17,28), aunque no siempre seamos conscientes de ello.
Es Misterio no conceptual, sino experimental. Huyamos de ideas y conceptos y tratemos de entrar en este Misterio de Comunión, que es Amor y Vida.
Pidamos, como nos dice S. Ignacio, “conocimiento interno” de Dios-Trinidad para “mejor amarle y servirle”. El icono no es para racionalizar, sino para dejarnos impregnar por su luz, para que hable él, no nosotros.
1.1 ¿QUE VEMOS EN ESTE MISTERIO?
Al PADRE: ¿Quién es el Padre?
Antes de nada, recordemos las palabras de Jesús: “Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar”
¡Pedir al Hijo que nos lo revele!. Nosotros no podemos conocerle, sino es por revelación del Hijo.
Es el “Padre de la misericordia”. Así le llama S. Pablo y así aparece repetidas veces sobre todo en el Evangelio. Así se nos muestra en el icono, a la derecha de la imagen. ¿No nos evoca la figura del Padre de hijo pródigo?
Es el Padre-Amor, “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo...” y “El Padre mismo os quiere”- nos dice Jesús.
Es el Padre-Providente: “Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, El os lo dará...” “El Padre sabe lo que necesitáis...” “El Padre trabaja siempre”
Es el Abba (papaíto) como lo llama Jesús.(Cf. Lc. 22, 41)
Partamos ahora de nuestra experiencia:
Contemplemos al Padre en este Icono, qué gestos hace? Cómo acoge?... Me identifico y siento cómo me acoge, ¿qué me dice?
Reflexiono:
¿Quién es el Padre para mí? ¿Cómo lo experimento? ¿Qué Nombre doy a mi Padre?
¿He experimentado a Dios como Padre? Cuándo?. Revivo la experiencia.
EL HIJO: ¿Quién es el Hijo?
Es el Hijo AMADO del Padre. Así es presentado por el Padre: “Tú eres mi Hijo AMADO, en Ti me complazco”. “El Padre AMA al Hijo y todo lo ha puesto en sus manos...”.
Es el ENTREGADO: Enviado, el Misionero del Padre: “Tanto amó Dios al mundo que ENTREGÓ a su Hijo Único para salvarlo”. “El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo ENTREGÓ a la muerte por nosotros”.
Repetidas veces se llama Jesús así...y define su Misión como la encomendada por el Padre. Todo el Evangelio está impregnado de esta convicción: “Yo he bajado del Cielo para hacer la Voluntad de mi Padre”
Es El SERVIDOR, el OBEDIENTE: Es consecuencia de lo anterior: “No he venido a ser servido sino a SERVIR”.
Contemplemos así a Jesús en este Icono. Está de rodillas, SIRVIENDO (Cf Jn 13, 1-17); está besando los pies del hombre... El beso es el signo de amor. ¿No nos evoca la escena del lavatorio de los pies?
Podríamos detenernos en nuestra experiencia de Cristo:
¿Quien es Cristo para mí?
¿Me dejo servir por Cristo? ¿No tendrá que reprocharme como a Pedro?(Cf. Jn. 13,8) (Quizá el único pecado es no dejarse salvar por El)
EL ESPIRITU SANTO: Quién es el Espíritu Santo?
“El que procede del Padre y del Hijo”, decimos en el Credo. Es decir, el que crea la COMUNIÓN del Padre y el Hijo. Y el que nos hace entrar en COMUNIÓN con las Divinas Personas, entre nosotros y con el Cosmos. El es el que nos envía a la Misión. El que nos hace hijos en el Hijo. El que nos introduce en la COMUNIÓN cósmica, es decir, con toda la Creación.
La espiritualidad de comunión es vivir esta relación cósmica. Todos estamos relacionados. El Espíritu es quien nos hace personas espirituales y genera en nosotros vida espiritual.
“Lo que existía desde el principio, lo que hemos visto y oído, lo que contemplaron nuestro ojos (...) os lo anunciamos para que estéis en COMUNIÓN con nosotros y esta COMUNIÓN es con el Padre y con su Hijo Jesucristo” (Cf. 1ª Jn.)
¿Quién realiza esta COMUNIÓN?: EL ESPÍRITU SANTO
Contemplemos al Espíritu en este icono, está en medio, cae directamente al centro de la escena, a la persona... y detengámonos en nuestra experiencia del Espíritu.
Al Espíritu Santo se le han dado muchos nombre: Abogado, Consolador, Paráclito,... (Cf. Secuencia de Pentecostés)
Reflexionemos
¿Quién es para mí el Espíritu Santo?
¿Qué Nombre le daría yo por la experiencia que tengo del Él?
¿Qué experiencia de espiritualidad tengo?
1.2 ¿QUE HACEN ESTAS TRES PERSONAS?
En el Icono vemos a la Trinidad-Amor que se vuelca en el hombre: El Padre le sostiene, el Hijo le besa - formando una línea inclinada- y el Espíritu se derrama sobre él. La Trinidad se mete hasta lo hondo, se SOLIDARIZA con el hombre, se COMPROMETE.
¡Esta es la verdadera solidaridad, la verdadera COMUNIÓN: Misterio de la Encarnación, que nunca acabaremos de comprenderlo!...
Tres son los Misterios centrales de nuestra fe: la Trinidad, La Encarnación y la Eucaristía. Y aquí los podemos encontrar representados....
La Trinidad es el Misterio de los Misterios: Está “inclinada” hacia el hombre... Dios “PIERDE” PODER para “GANAR” COMUNIÓN. Es el juego del gana-pierde del Evangelio.
Contemplemos la “mirada” de Dios-Trinidad al mundo(según la intuición de S. Ignacio): Es mirada SALVADORA, se implica. “El Señor no se olvida del grito de los pobres” Nos ve “como ovejas sin pastor... “ y el HIJO SE HACE HOMBRE!.
La Trinidad es Familia. Están unidas en el AMOR. Pero no es un amor que se quede en ellos, sino que se hace solidario: Es el Misterio de la Encarnación.
Repasamos la Palabra de Dios como: “Se hizo uno de tantos...” “Tomó la condición de siervo...” “Se hizo carne” “Cargó con nuestros pecados” “ No se avergüenza de llamarnos hermanos...”. “He aquí que vengo, Padre, a cumplir tu Voluntad”. “Se hizo pecado”.
Es con este hombre, esencialmente llamado a la relación con otros hombres, con el Cosmos, con Dios... pero también capaz de decir ¡No! y de generar injusticias y opresión entre sus semejantes. Está, por tanto, caído en su dignidad. Es con este hombre con quien Dios Trinidad se compromete estableciendo una relación de liberación.
¡ Reflexionemos sobre nuestro proceso de encarnación...!
Contemplemos el “Icono” Y después echemos la mirada al interior.
Pecado es vivir como si el “otro” no existiera:
¿Cómo veo yo al mundo? ¿Y al hombre?
¿Cómo me comprometo yo con el hombre concreto de hoy, con el mundo al que estoy llamado a liberar?
Y todo esto se supedita a la aceptación de una Mujer: MARIA Inmaculada. María entra ya en el Misterio desde la “raíz”, por su FIAT.
MIRADA AL SER HUMANO ¿Quién es?
Son los millones de seres humanos en la miseria... Los injustamente tratados por la vida: personas degradadas, ultrajadas,...
Y las personas “heridas” de mi familia, cercanas a mí... que están maltratadas por la vida y no han curado las heridas: las más sensibles, débiles, distintas, jóvenes o mayores, los enfermos física o psíquicamente. Pongamos rostro a ese hombre caído. ¡Es mi hermano!.
Es Cristo en cualquiera de mis hermanos que me dice: “Lo que hagáis con uno de estos, a mí me lo hacéis”
Es María: la primera redimida.
Y soy yo: con mi historia, mis heridas, mi realidad.
¡Este es el Misterio!. La Trinidad nos envuelve y nos mete en su vida, para compartir su misma Vida y Amor.
Detengámonos y dejémonos penetrar del Misterio donde estoy metido/a. Situarme dentro: soy el centro de las miradas y atenciones de Dios. El Padre me acoge, me sostiene...el Hijo me besa...el E.S. me comunica Fuerza, Vida.
Esta es la visión antropológica. Afirmar la grandeza de la criatura humana no significa ignorar su fragilidad.
2. Resonancias en nuestra vida
Miremos ahora a Pedro Bienvenido:
2.1.- Experiencia de Padre en Pedro Bienvenido
2.2.- Experiencia de Cristo en Pedro Bienvenido
2.3.- Experiencia del Espíritu Santo en Pedro Bienvenido
3.-EN LA HISTORIA CONGREGACIONAL
Siguiendo los pasos y enseñanzas de Pedro Bienvenido pedimos insistentemente “la Bendición del Padre, el Amor del Hijo y la Gracia del Espíritu Santo, sean con nosotros ahora y siempre”.
Es algo más que una fórmula hecha, es un itinerario de vida cristiana que Pedro Bienvenido vivió y nos encomienda. Podemos recorrer nuestro Itinerario espiritual, a partir de nuestra experiencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Procedemos de una BENDICIÓN y anhelamos esa BENDICIÓN
«Yo soy el que soy» (Ex 3,13-14).
Gen. 12
Ef. 1,3-5. 13-14
Vivimos ENAMORADA/OS (en-el-amor) de Cristo.
Sin Cristo, nuestra vida no tiene sentido. El nos sedujo, nos llamó y estamos en camino de seguimiento: Cristo es nuestro Principio y Fin, Alfa y Omega.
3.- El Espíritu Santo es quien nos con-figura con Cristo, según el Proyecto del Padre. El es el que cada día nos renueva la esperanza, quien nos ilumina, guía y orienta. El es nuestro consolador...¡Sin El nada podemos hacer!. Este es el don que hemos de pedir cada día y no se nos negará. (Cf. Lc. 11,13)
Este Icono se nombra: El ICONO DE LA TRINIDAD MISERICORDIOSA y nos puede ayudar a tener una contemplación sobre la Misericordia.
Pensemos:
¿Cómo ser parábola de la misericordia de Dios en nuestro mundo?
¿Cómo ser reflejo de la Trinidad:
Del Padre-Providencia;
del Hijo-Salvador;
del Espíritu Santo-Consolador?
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